¿Quién es un comisionado? Según el diccionario, es aquel que se encarga de realizar una comisión o misión determinada por designación de la autoridad competente. Es decir, un enviado oficial. Jesús nos habla en el libro de Juan, que tenemos el propósito, al ser escogidos, para dar mucho fruto. Desde el mismo Antiguo Testamento vemos como Dios en su soberana voluntad escoge a algunas personas para sus propósitos especiales. Por ejemplo, vemos como Jacob fue escogido, aun desde antes de nacer (Génesis 25:23). Jesús transmite la misma idea, que nos escoge como comisionados, y esto, no basado en algún mérito humano que nos convierta en merecedores de ser escogidos, sino en la soberana voluntad de Dios. Y así, fuimos comisionados en amor para un trabajo especial.
Júpago es la palabra en griego que se utiliza en el pasaje que leímos de Juan 15:16, y hace referencia a la palabra yendo. Dar fruto yendo. Hemos sido escogidos por Dios para dar fruto mientras vamos, caminamos, viviendo, en casa, en medio de las compras, es decir; en medio de nuestras actividades y servicios podemos dar fruto. Ese es el llamado que nos hace Jesús. Dar frutos, porque a través del testimonio de esos frutos en nosotros, seremos luz delante de aquellos que viven en oscuridad.
Y en esta comisión, Jesús promete acompañarnos y proveernos todo aquello que necesitamos para cumplir nuestra misión. El pasaje de Juan 15:16, en su idioma original, nos da muchas luces sobre ello. Jesús les dijo a sus discípulos, que mientras los frutos permanezcan, podemos pedir en su nombre aquello que necesitemos. Y claramente, si caminamos bajo la voluntad de Dios, pediremos también aquello que se encuentra dentro de su voluntad. Así que, esta es una promesa de provisión para aquellos que caminan con el Señor, es decir, para sus discípulos.
En conclusión, hemos sido escogidos en amor, y comisionados para dar frutos que permanecen. Y, al igual que un árbol, que no puede dar fruto que no le corresponde a su género, así también, como discípulos de Cristo, nuestros frutos nacen de esa misma fuente. La pregunta y el desafío, vienen en esta misma línea: ¿Doy frutos buenos que permanecen? ¿Permanezco unido a la fuente?
Trabajemos juntos en esto.