Soy mamá. Y muchas de mis más sinceras conversaciones y más profundas enseñanzas aprendidas, han sido a través de mis dos hijas. Especialmente de la mayor, ella tiene 4 años. Pero les advierto, deben saber que no pueden subestimarla. A pesar de su edad, ella me ha dado los mayores desafíos, y ha hecho que me replantee muchas veces mis ideas.
En fin, estaba con algunas actividades y en medio de ello le pregunto: Hija ¿Yo soy la mejor mamá del mundo? Sinceramente, esperaba o creía que me diría: “si mami, eres la mejor”, o “eres mi mejor amiga”, como solía decirme unos días atrás. Pero, para mí sorpresa me responde: “Cuando yo lloro eres la peor de todas”. Quedé incrédula ante su respuesta, a lo que se apresuró a consolarme y atinó a decir: “Pero mamá, cuando estoy feliz, eres la mejor”. No aguanté y me reí. Era un consuelo saber que, no en todo era la peor; pero, esa simple y sencilla respuesta, me hizo pensar y cuestionarme a mí misma.
Y creo acertada una aclaración en este punto. Cuando ella menciona que “cuando lloro” se da en situaciones en las cuales, como padres, no le permitimos alguna cosa que le haría daño. Por ejemplo, cuando no le permitimos comer dulces a la hora de dormir, o cuando la abrigamos en días de frío en las que, a pesar de ello ella siente “mucho calor”. En fin, nuestras prohibiciones como padres se dan en contexto de protección.
Y justamente, así es Dios con nosotros sus hijos. En muchas oportunidades, Dios no permite ciertas cosas en nuestra vida, no por mostrarse autoritario ni mucho menos. Sino en contexto de protección. Y esos son los momentos en los cuales nosotros cuestionamos su paternidad, su capacidad de sustento, incluso su amor. Sí, somos así. Nos hallamos en actitudes de ingratitud cuando no nos gustan ciertas negativas de Dios. Cuando no logramos de ver ni un ápice de sus propósitos eternos con nosotros.
Y llegué a la conclusión de que también en ocasiones, actúo como mi hija. Cuántas veces me encontré en la misma situación con Dios. Cuando hay dificultades, o cuando lloré por su negativa como lo expresó tan claramente mi pequeña, es en esos momentos en los que creí que Dios era el peor, me replanteé mis creencias, y hasta me pregunté: ¿por qué Dios permite que sufra? Y como yo, usted también muy probablemente quedó sin respuestas.
Pero, y ¿cuando llega la felicidad? ¿Cómo actuamos?
En esos momentos sí, claro que tenemos ganas de adorar, me nace ayudar a otros y ¡claro! Ofrecemos todo. Los seres humanos somos así, nuestros sentimientos se generan de acuerdo a nuestra perspectiva de la situación circundante. Permitimos que nuestros sentimientos permeen nuestras actitudes y nos hagan “ser lo que sentimos”. Escribiendo esto, recuerdo al Apóstol Pablo. El ejemplo de contentamiento. Pablo nos anima a que, a pesar de nuestras situaciones, estar contentos, congraciados y satisfechos con todo.
Hebreos 13:5
2° Corintios 12:10
En este día este es el desafío: Que nuestras emociones y actitudes no se rijan por nuestra situación específica. Que nos gobierne la alegría y la paz en medio de la dificultad.
Trabajemos juntos en esto.