Podría pasar que en el momento menos oportuno, el vehículo tenga problemas de funcionamiento y nos deje a medio camino. De ser así, nuestra agenda de trabajo se vería afectada. Pero bastaría con que alguien de buen corazón nos auxilie, para que volviésemos a respirar una brisa fresca.
Podemos imaginarnos cómo se sentía el salmista al expresar su plena confianza en Dios, a quien llamó “pronto auxilio”. Para él estaba garantizada la ayuda, que llegaría en el momento oportuno.
De nuevo está estrechamente relacionado con su carácter de defensor cuando dice que “Dios es nuestro amparo”. Y además quiere decirnos de que nadie está libre de problemas, pero que sin embargo, aquellos que ponen su confianza en el Señor no clamarán en vano por auxilio.
En otra parte de los salmos nos alienta a esperar en el Señor. Él escucha nuestros ruegos, nuestro clamor y responde justo a tiempo. El salmista testifica que esperó con paciencia la respuesta y que el Señor lo rescató del pozo de la desesperación (Salmo 40:2:3).
Necesitamos aprender a confiar en Él también cuando atravesamos por situaciones difíciles. A veces en nuestra desesperación, dejamos de esperar en su respuesta. Muchos recurren a otros “dioses” para intentar salir del problema. Pero recurrir a ellos es pérdida de tiempo, porque no hay otro que pueda acudir a auxiliarnos sino sólo Dios.
Este salmo nos recuerda de lo maravilloso que es vivir bajo Su amparo. Nos invita a depender de Dios porque en Él reside toda nuestra fortaleza. Envió a su Hijo Jesucristo para socorrernos y librarnos de la condenación. Es nuestro seguro de vida.
Confiemos en el Señor; no seremos avergonzados jamás. Y aunque todo parezca derrumbarse alrededor nuestro, no tendremos nada de que temer. Él quiere ser nuestro amparo, nuestra fortaleza, el rápido auxilio y nuestra salvación.