Susana Wesley, madre de los hermanos Wesley, dio a su hijo John una de las mejores definiciones de pecado desde el punto de vista práctico. Su definición es esta:
“Pecado es cualquier cosa que debilite tu razonamiento, altere la sensibilidad de tu conciencia, oscurezca tu apreciación de Dios, o te quite la pasión por las cosas espirituales. En pocas palabras, cualquier cosa que aumente el poder o la autoridad de la carne sobre tu espíritu… eso para ti se convierte en pecado, independientemente de cuán bueno sea en sí mismo”.
Primera ley: El pecado te llevará más allá de dónde pensabas llegar.
Solemos decir: “es que solo pienso llegar hasta aquí”, o, “créeme, que esto está bajo control”. Lo que estaba bajo control termina controlándote a ti. A su tiempo controlará tu corazón, y lo que controla tu corazón controlará también tus emociones y eventualmente toda tu mente. Tu vida queda sometida al pecado.
Segunda ley: El pecado te alejará por más tiempo de lo que habías pensado.
“Es solo un par de días…”, y los días se convierten en semanas, y las semanas en meses, y en muchas ocasiones en años.
Tercera ley: El pecado te costará más de lo que querías pagar.
Te costará tu integridad, tu reputación, tu paz. Puede llegar a costarte tu esposa o esposo, tus hijos, tus amigos, tu trabajo, tu ministerio y tu iglesia.
Nuestro pecado no sólo nos afecta a nosotros mismos, sino también a quienes nos rodean.
Cuarta ley: Pecas a tu manera, pero tienes que regresar a la manera de Dios.
Él determina los términos de tu regreso. Y Sus caminos pueden ser largos y difíciles. La restauración del pecado es un proceso.
Pecar es super fácil, alejarte del pecado (una vez embarrado) es un proceso más duro. Una vez que queremos dejar el pecado, debemos renunciar a él y a otras cosas más.
Quinta ley: El pecado engendra pecado.
Una vez pecas, te ves en la necesidad de pecar nuevamente para encubrir tu primera falta. No pienses que si pecas producirás el fruto del Espíritu Santo, sino todo lo contrario.
Sexta Ley: El pecado te lleva a justificar lo que has hecho.
El peso de la culpa y la necesidad de lucir bien ante los demás, te llevará a explicar y luego a justificar tu pecado. Ahora pecarás de auto-justificación.
Séptima Ley: El placer es pasajero y temporal, pero las consecuencias del pecado son duraderas.
El placer que te produce el pecado en el que incurres es de mucha menor duración que las consecuencias que te acarrea el haber pecado.
Octava Ley: No hay pecado oculto que Dios no ponga de manifiesto.
Cristo lo dijo con estas mismas palabras en Mateo 10:26, Marcos 4:22; Lucas 8:17 y Lucas 12:2.
Novena Ley: Mi pecado comienza cuando yo quiero, pero las consecuencias comienzan cuando Dios quiera.
De hecho, Dios puede visitar la iniquidad de los padres hasta la tercera y cuarta generación.
Nuevamente, lo que hacemos afecta a nuestros hijos; aunque no los tengamos, debemos aprender a pensar cuál es el legado que les dejamos ¿es un legado de bendición o de maldición?
Décima Ley: Nadie se burla de Dios.
“No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará”, Gálatas 6:7.
Nuevamente la ley de la siembra y de la cosecha. Aquello que sembramos eso vamos a cosechar. Un pastor decía, no pienses que si plantas papa, saldrán tomates; o si plantas zanahorias, te saldrán peras.
En conclusión, no mencionamos estas 10 leyes con el fin de infundir una especie de miedo o de terror. Todo lo contrario, es para que sepamos las consecuencias reales que tiene el pecado en nuestras vidas, y que en muchas ocasiones, no las tenemos en cuenta a la hora de tomar algunas decisiones y por sobre todo para que seamos movidos a buscar la santidad (consagración) que el Señor pide de nosotros.
Fuente: History Maker
Adaptación: Prensa Radio Obedira