La semana en la que todo el cristianismo recuerda los sufrimientos, la muerte y la resurrección de Jesús, es una época sumamente propicia para que podamos hablar de ello tanto con los niños que lideramos en la iglesia como con los hijos que Dios nos regaló. Sería genial aprovechar la oportunidad y la ocasión para sentarnos con nuestros niños y asegurarnos de que al menos estas tres verdades impacten en sus corazones de tal manera que su futuro quede gloriosamente signado por los benditos efectos de la cruz:
1 – ¡Alguien ocupó mi lugar!
Los niños pueden entender perfectamente lo que los adultos conocemos como el misterio de la sustitución. Puedes tomarte unos minutos para recordarles qué pasa cada vez que alguna desobediencia trae como consecuencia una penitencia que fue advertida previamente. Aún con su corta edad ellos tienen presente la frustrante sensación de tener que enfrentar lo que sucede por no haber actuado como debían.
Jesús aparece en la historia y es como si se parara delante nuestro para ofrecernos recibir en su propio cuerpo el mayor y más importantes de los castigos. Él fue a la cruz para que no lo tuviéramos que hacer nosotros. Los pecadores somos nosotros pero su amor lo llevó a hacer lo que nadie hubiera hecho. Y eso nos da pie para hablar de la segunda verdad…
2 – ¡Jesús me ama sin límites!
El amor sacrificial es fácilmente entendible y demostrable en el caso de Jesús. Tus niños deben comprender que a la hora de amar, Jesús es capaz de cualquier cosa. Definitivamente no existe un amor mayor que el que lleva a alguien a dar la vida por otra persona.
Lo que pasó en la cruz debe darles a nuestros niños la seguridad de que Dios jamás dejará de amarlos ni por un segundo, jamás los amará con un poquito menos de intensidad y jamás se detendrá en hacer cosas para bendecirlos. Si ellos pueden atesorar ese concepto en sus corazones, estamos en condiciones de afirmar que sus vidas no serán las mismas quedando allanado el camino para que puedan acceder a la salvación. Y eso nos lleva a mencionar la tercera verdad…
3 – ¡Hay un regalo increíble para mí!
Lo que se recuerda en Semana Santa básicamente consiste en un regalo disponible que hay que aprovechar. Dios Padre mandó a su hijo Jesús para salvarnos. Él ya hizo todo el trabajo y se sacrificó por nosotros. ¿Y nuestra tarea cuál es? Solo aceptarlo, cerrar nuestros ojos por un instante, respirar hondo y decir con mucha sinceridad: “¡gracias Señor!”. ¿Nada más que eso? Así es, nada más y tampoco nada menos que eso. Los niños deben saber que hay personas que no creen, que no aceptan y que consideran que no necesitan a Jesús.
Es mentira que un niño que no puede asimilar la doctrina de la salvación. Explícales con palabras simples que Dios quiere darles a todos los que decidan recibir este regalo, una vida llena de bendiciones acá en la tierra y una vida eterna en el cielo que nunca se va a terminar.
No cometamos el error de esperar a que alguien crezca o tenga más edad para recién en ese momento poder encontrarse con el amor de Dios y recibir la salvación de su alma. Los niños están en condiciones de que el Espíritu Santo les haga ver, entender y sentir el amor del Creador por ellos.
Esta Semana Santa se abre otra oportunidad para crear espacios de diálogo, charla y reflexión espiritual con nuestros niños. No dejemos que nada nos quite este privilegio y nos prive de la inigualable satisfacción de sembrar semillas de eternidad en nuestra niñez.