No cabe duda de que el ser humano puede resultar complejo. Hay complejidad en su forma de pensar, en cómo utiliza su criterio, en la variedad entre individuos al momento de tomar decisiones, entre otras. Cuando esta complejidad llega a la relación de pareja, comprobamos las diferencias en carácter, en percepciones, en estilos.
Sin embargo, una vez más estamos llamados a solucionar esas diferencias ya que de no hacerlo nuestro matrimonio será solo el espejo de esos estilos y carácter que distingue a cada uno cuando debe ser una construcción mutua. Veamos algunos ejemplos:
Personas gruñonas y de mal genio=matrimonios hostiles
Cuando uno de los cónyuges, o ambos, reconoce que tiene mal carácter, no tiene reparo en decirlo a voz en cuello: “Ja, yo tengo un genio fuerte”. Y lo preocupante no es que sea fuerte, es que dentro de la relación se usa de excusa para malacrianzas, contestar de manera grosera y descortés frente a los demás, en el hogar y frente a los hijos.
Personas perezosas = matrimonios estancados
Tristemente existen personas que, una vez identifican su zona de comodidad, no salen de ahí ni con un “buldócer”. Lo piensan para mover un pie detrás del otro, se sientan y no encuentran como pararse. Es como si los muebles, las butacas o las camas tuvieran tentáculos que les amarran o sistemas de succión que no les dejan moverse. En el hogar lo ves en las pinturas nuevas que se secan porque nunca se usaron después de haberlas comprado, los platos pasan días en el fregadero haciendo montañas o los vasos debajo de los muebles por días, abanicos que guindan del techo de un hilo sin arreglarse. Aun ministerialmente hablando, nunca se deciden a crecer porque es mucho trabajo.
Personas rígidas=matrimonios sin chispa
Existen personas con estructuras de pensamiento inflexibles. Es como si todo estuviera escrito en piedra una vez se decide o acuerda algo. Esta inflexibilidad les lleva a respuestas mecánicas, ausencia de iniciativa o de creatividad. En realidad “si les cambias los muñequitos, hasta se desorientan a la hora de actuar”. Esta inflexibilidad dentro del matrimonio, también conduce a la monotonía ¿Lugar de vacaciones? El mismo de los años anteriores ¿Por qué? “Porque ya se conoce, no se pasan malos ratos y luego si llegamos a un nuevo lugar existe la posibilidad de que no nos guste”. No se explora, no hay aventura ¿La intimidad? La misma de las ocasiones anteriores ¿Añadir algo nuevo? Hay no seas ridículo/a, deja eso para los muchachitos. Aún los más jóvenes dirían “Hay por favor, tú lo que piensas es más que en eso y hay cosas más importante que hacer”.
Estos y otros muchos ejemplos te confirman que tu matrimonio es el espejo de quien eres. Argumentos como “yo soy así” o “esto es parte de los matrimonios” o “todos los matrimonios pasan por esto”, son sólo excusas para no reconocer los cambios que hay que generar y hacer que ocurran. Si entiendes que es demasiado complicado, entonces busca asistencia. No es justo para la relación reducirla a monotonía, dejadez, rigidez, hostilidad, distancia, sólo porque no tengas herramientas para hacer cambios. Y si las tienes, le estás negando a tu matrimonio la oportunidad de echar raíces sólidas.
Por José González
Los psicólogos José González y Luz Alvira residen en Puerto Rico.
Ministerio Caminando Por Fe.
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